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La Amazonía colombiana y la descentralización

23/11/2023 | Edición No. 4 - Noviembre 2023

Gerardo Ardila Departamento Nacional de Planeación (DNP)  
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​​​​​​​​​​​​​​​La paz y la democracia son productos del reconocimiento de la diversidad social y natural, del derecho de los pueblos a su autonomía política y económica, y de su capacidad para decidir su propio futuro. Los procesos de descentralización del Estado fortalecen caminos de desarrollo regional imposibles en sociedades centralistas y racistas. 

La Amazonía colombiana tiene condiciones de riqueza biológica, social y cultural inmensas que se deben proteger como parte de la conservación del género humano, por lo cual es conveniente conocer los detalles de su enorme diversidad, de sus posibilidades, de sus conflictos y de las formas de superarlos mediante mecanismos creativos de redistribución del poder político y el control territorial. Este artículo esboza algunas de esas complejidades y expone reflexiones para su descentralización.

Una república que se declara unitaria, como Colombia, debe reconocer la existencia de la diversidad como una característica fundamental para su propia subsistencia. La existencia de grandes regiones, biomas, ecosistemas diversos, así como la variedad de lenguas, culturas y saberes significa riqueza y posibilidades para enfrentar los retos constantes que plantea la transformación tanto de los sistemas naturales y sus contextos, como los de sus sistemas sociales y políticos. Por el contrario, las pérdidas de biodiversidad, de lenguas y culturas, de formas de entender y de actuar sobre la vida, significan la homogeneización, que es la muerte rápida, la disminución de oportunidades para enfrentar los cambios constantes del entorno natural y de las sociedades. El respeto a la diversidad es una necesidad para la paz y el fortalecimiento de la democracia, que exige crear las condiciones para que pueda darse su existencia. La autonomía política y económica y la estructura administrativa consecuente son la forma como se concreta el reconocimiento del derecho a la expresión de la diversidad.

El artículo 1º de la Constitución Política establece que es “un Estado social de derecho, organizado en forma de República unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista, fundada en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés general". No obstante, el centralismo político y la tendencia a controlar la economía y la administración desde una región central hacen que la descentralización, la autonomía de las entidades territoriales, el ejercicio de la participación y de la democracia y las manifestaciones de pluralismo aún se consideren un objetivo por alcanzar. La descentralización, que se mantiene en una indefinición que le resta eficacia, es hoy –de nuevo– un objetivo político de las élites regionales y de los administradores centrales del Estado. Las primeras encuentran allí una razón política que justifica su liderazgo; los segundos reconocen los peligros, para la paz y el mantenimiento de la unidad nacional, de una dependencia permanente de grandes regiones productivas que deben vivir bajo el peso centralista.

La conquista y colonización europea de América del Sur, con su proyecto homogeneizador y su imposición cultural e ideológica, implantó las ideas racistas y androcéntricas sobre la incapacidad de indígenas, negros africanos y campesinos criollos para gobernarse, el desprecio por sus formas de organización sociopolítica y el manejo de sus formas de relación con el mundo natural, que hoy son la clave de una naturaleza con opciones de futuro. Los habitantes de las regiones periféricas, ricas en recursos utilizados para producir alimentos, bienes y materias primas, y obtener minerales, son objeto de formas de control que les impiden el derecho a su propia tierra, y a definir y construir su futuro. Los Estados nación suramericanos apenas inician tímidos procesos de reconocimiento político y de derechos económicos y sociales a sus habitantes, mediante concesiones limitadas de poder o la asignación de pequeños porcentajes de la riqueza producida para cubrir mínimos gastos administrativos. 

La Amazonía colombiana

​Una de las grandes regiones colombianas es la Amazonía, un extenso territorio que ocupa casi una cuarta parte del área nacional. Su mayor importancia es su enorme diversidad biótica y cultural, una de las más grandes del mundo. La vida es un espectáculo permanente y el cambio es el motor de su exuberancia. Esta región es parte del gran bioma amazónico, un sistema biocultural que cubre cerca de un 40% del territorio suramericano, con una extensión de unos 6,7 millones de kilómetros cuadrados, en los que confluyen Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam, y Venezuela. El gran bioma amazónico es mayor que la cuenca amazónica y su cobertura mayor que la de la selva amazónica.

En un sentido estricto, el bosque lluvioso ecuatorial colombiano incluye la región boscosa del Pacífico, los bosques interandinos y del Caribe y los bosques de piedemonte de la cuenca del Orinoco. La región amazónica colombiana cubre un área de 483.164 km2 y abarca 10 departamentos, 61 municipios y 18 áreas no municipalizadas. Abarca la parte sur del departamento de Vichada; el suroriente del Meta; todo el territorio de Guainía, Guaviare, Vaupés, Amazonas, Putumayo, Caquetá, la Bota Caucana en el departamento del Cauca y las vertientes amazónicas de Nariño (parte alta de los ríos Guamuez, Sucio, San Miguel y Aguarico). Aquí confluyen procesos ecológicos, culturales, históricos, económicos y políticos que influyen –y son influidos– por procesos de similar complejidad en las áreas costeras y andinas de América del Sur. Sus escalas tienen un efecto importante en el resto del continente americano y en el planeta. La gran diversidad física y biótica se manifiesta en 170 tipos generales de ecosistemas y numerosas coberturas vegetales. La variedad de ecosistemas, los mecanismos y largos procesos de adaptación y transformación de todos los componentes de la vida –incluidas las respuestas humanas a través del tiempo– hacen de esta una región en constante cambio.

La Amazonía es producto de formas de vida creadas por la interacción con las sociedades humanas que han vivido allí desde hace al menos diez mil años. Los pueblos indígenas amazónicos –con una estructura social, política, filosófica y técnica muy compleja y variada, que se refleja en una gran variedad de lenguas, culturas y formas de pensamiento– son responsables de la existencia de este bosque, el más importante del mundo. A esas comunidades, a la sabiduría de sus mujeres y sus hombres, a las familias campesinas que han aprendido a manejar ese mundo después de al menos tres generaciones que buscaron rehacer sus vidas colonizando y derribando para pasar a formas comunitarias que se hermanan con la naturaleza, a las familias descendientes de africanos que conservan recuerdos y saberes del manejo de la selva y los recuperan, a todos ellos les debemos que aún podamos contar con esos bosques indispensables para la vida humana en el planeta.

La div​ersidad cultural, social y política en la Amazonía​

​Las diferencias más importantes son las que crea la gente con sus culturas e historias, sus maneras de concebir las relaciones con la naturaleza y de actuar en consecuencia, así como sus maneras de organizarse, por encima de determinaciones jurídicas o normativas (aunque todas las personas se esfuerzan por adaptar su existencia al respeto por la ley), para poder vivir y mantener sus entornos vitales.

En la Amazonía hay 231 resguardos indígenas legalizados que cubren 27´234.141 de hectáreas, en los que viven al menos 64 sociedades indígenas, que hablan y piensan en lenguas diferentes, con sus propias narraciones de los orígenes. También hay organizaciones de comunidades negras, afrodescendientes, palenqueras y raizales, que tienen 32 consejos comunitarios con sus respectivos territorios recibidos del Estado, aunque la Agencia Nacional de Tierras (ANT) sólo reconoce a diez de ellos.

Según la ANT en la Amazonía hay seis zonas de reserva campesina, que deben hacer su actualización conforme al Acto Legislativo 01 del 5 de julio de 2023, que reconoce al campesinado como sujeto de especial de protección constitucional. Además, existe un gran número de Juntas de Acción Comunal (sólo en Guaviare hay 310 registradas), que se organizan en asociaciones y federaciones que integran la Confederación Nacional de Organizaciones de Acción Comunal. En el departamento del Caquetá se conocen 23 núcleos comunales, una forma de organización territorial basada en asociaciones de veredas. La complejidad aumenta con el sistema de ciudades de diferente talla y función regional: Puerto Asís, Leguízamo, Mocoa, Florencia y San José del Guaviare, en el Arco de Poblamiento; Leticia, al sur, en la triple frontera Brasil-Perú-Colombia, e Inírida y Mitú al nororiente de la Amazonía. Algunas poblaciones en crecimiento –como Puerto Nariño, San Vicente del Caguán, Cartagena del Chairá, Calamar, El Retorno y Miraflores– se especializan en servicios que pueden desaparecer con los cambios frecuentes en las economías regionales. Hay aquí, entonces, un grupo de ciudades muy diversas entre sí, pero todas regidas por el surgimiento de un modelo de especulación con el precio del suelo urbano, con todas sus consecuencias. Las ciudades más grandes y con más dificultades debido a su crecimiento rápido y desordenado son Florencia y Leticia.​​​

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Amazonía

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