A propósito del renacimiento de la revista Planeación y Desarrollo es conveniente reflexionar sobre la relación entre evidencia y retórica.
La revista es un instrumento para construir una razón pública. Ese propósito tiene tres características. Primera, supera la incompletitud y la miopía del sujeto. Segunda, elige la evidencia relevante, a partir de percepciones que nunca son objetivas en el sentido positivista, sino que dependen de una decisión marcada por “lo político”. Y tercera, todo análisis de la evidencia es retórico, en el sentido aristotélico.
Superar la incompletitud y la miopía del sujeto
El sujeto es miope y su percepción del mundo es incompleta. El individuo tiene una mirada estrecha, indisociable de la condición humana. Retomando a Daniel Kahnemann (2011), las personas tienden a pensar rápido. Es el comportamiento usual de los seres humanos. La posibilidad de pensar despacio es propia de las instituciones. A lo largo de la historia, el monasterio y la universidad han sido espacios privilegiados para pensar despacio. Hoy esta función les corresponde a instituciones como el Departamento Nacional de Planeación.
La construcción de un orden institucional es un proceso arduo y complejo, en el que se requiere ir más allá de la mirada del individuo. Por ejemplo, es difícil que una persona se preocupe por el futuro del clima del planeta en 200 años. Este tipo de percepciones no es factible para la gran mayoría de los individuos. Para ir más allá de la visión estrecha y miope de la persona se requiere una racionalidad técnica, que asigna prioridades y decide con criterios distintos de la agregación de preferencias individuales. La decisión técnica debe superar la percepción de cada persona. La institucionalidad define las prioridades considerando la evaluación técnica. Desde esta óptica, las modalidades de participación tienen límites intrínsecos. Tiene que existir una ruptura entre el saber popular, sea cual sea su modalidad, y el saber tecnocrático. Es ingenuo pretender que hay una línea de continuidad entre el conocimiento popular y la sistematización técnica. Son dos dimensiones cualitativamente diferentes. La construcción de la racionalidad colectiva tiene que ir de la mano con los avances científicos.
Reconocer la validez del conocimiento científico no resuelve los problemas inherentes a la construcción de una racionalidad colectiva. Las perspectivas y las preferencias de los especialistas son muy diversas. Los científicos –astrofísicos, biólogos, geólogos, etc.– discuten entre ellos sobre los temas y enfoques que deberían ser relevantes. Los debates son intensos en cada disciplina. Una entidad como el Departamento Nacional de Planeación (DNP) ha de contribuir a crear un ambiente propicio para el diálogo entre las escuelas de pensamiento de varias disciplinas.
La evidencia se escoge con base en prejuicios
El afán positivista lleva a imaginar que la evidencia es una realidad objetiva, que está por fuera del sujeto. Y a olvidar que la selección de la evidencia está marcada por prejuicios. En el proceso de conocer los sesgos son inevitables. Dicho de modo más enfático, el conocimiento es apriorístico. La frase de von Mises es inequívoca:
No afirmamos que la ciencia teórica de la acción humana debe ser apriorística, sino que siempre lo ha sido. Cualquier intento de actuar sobre los problemas que se desprenden de la acción humana, necesariamente está condicionado por el razonamiento apriorístico (von Mises, 1966, p. 40).
Las evidencias son múltiples, y cubren dimensiones muy distintas. La selección de evidencias que se consideran pertinentes no puede ser el resultado de un análisis técnico pretendidamente neutro. La escogencia de la evidencia relevante es un asunto apriorístico, como bien dice von Mises.
Ante las numerosas evidencias es necesario elegir. Y en este proceso se llega a preferir una de ellas frente a las demás. Podemos estar interesados en el ingreso marginal que resulta de un año adicional de educación, en la elasticidad del producto con respecto al capital
en una función Cobb-Douglas, o preocupados por la situación de pobreza en la isla Cascajal en Buenaventura o por la bajísima calidad de vida de los hogares del Magdalena Medio después de cien años de exploración petrolera. Los dos primeros desvelos son legítimos, pero quizás no responden preguntas tan acuciantes como los dos últimos. Puesto que los programas de investigación que se desprenden de cada uno de estos juicios apriorísticos son del todo diferentes, el punto de partida subjetivo es fundamental en la investigación y en la orientación de las decisiones de política pública. Los gobiernos suelen despreciar las dos últimas evidencias, y los estudios dar prioridad a ejercicios análogos a los dos primeros ejemplos. El deterioro de la calidad de vida en Cascajal o en el Magdalena Medio no ha sido un tema relevante para la academia colombiana, ni ha sido prioritarios para el Gobierno nacional. Estas realidades han sido menospreciadas en los análisis de política pública, y su análisis sistemático se ha dejado
de lado.
Es inexplicable que en ciertas circunstancias no se perciban evidencias que son contundentes. Por ejemplo, entre 2010 y 2015, durante las bonanzas del petróleo y de los minerales, el país sufrió todos los síntomas de la enfermedad holandesa. La llegada de dólares se tradujo en una revaluación del peso y en un déficit creciente de la balanza de pagos. Las importaciones aumentaron y golpearon muy duro a la producción nacional. El grave daño al sector agropecuario fue evidente. Las importaciones de alimentos básicos pasaron de 2 millones a 12 millones de toneladas año. El Gobierno no vio estos hechos evidentes, y siguió diciendo que la economía colombiana se destacaba por su estabilidad. La fragilidad estructural de los años de bonanza apenas se mencionó en algunos textos académicos.
En lugar de esta evidencia, que parecía contundente, se buscaron otras. Por ejemplo, se apuntó a la pobreza, sin relacionarla con la desigualdad. Y cuando se observó el Gini, la atención se centró en los ingresos salariales, dejando de lado la concentración del patrimonio, de la riqueza, de la propiedad inmobiliaria, de la tierra, de las acciones, etc. Estas formas de desigualdad no han sido una preocupación central de la política económica.
Desde el punto de vista del Gobierno, la selección de la evidencia acarrea los prejuicios de la opción política. Siempre existe un sesgo, que no se puede menospreciar, y que se debe reconocer de manera explícita. Una de las tareas que debe cumplir Planeación y Desarrollo es someter esos sesgos de elección al debate público. De manera más general, las consultorías que contrata el DNP, o los énfasis de los planes de desarrollo corresponden a opciones institucionales marcadas por preconcepciones. Y como cada gobierno tiene prioridades distintas, de allí se derivan las evidencias que considera relevantes
Cuando se aprobó el plan de desarrollo en el Congreso (República de Colombia. 2023), los hechos que se consideraron pertinentes pueden verse, en algún sentido, como un resultado de la elección colectiva. Las evidencias que puso sobre el tapete el plan de desarrollo tienen que ver con aspectos como el ordenamiento territorial y la convergencia regional y social.
Estas evidencias son muy diferentes a las que presentaron otros planes de desarrollo. Y, obviamente, todas ellas tienen una clara connotación política. Estas evidencias no se pueden ver como una realidad neutra y exógena. El quehacer político determina la selección de las evidencias y su interpretación.
El sesgo en favor del ordenamiento del territorio es explícito en el programa de gobierno del Presidente Petro, y su aceptación por la mayoría de los votantes es un mensaje para que, desde el punto de vista de la elección colectiva, esta evidencia sea considerada relevante.
La evidencia ha de ser presentada de manera retórica
Me parece que hay algo fundamentalmente equivocado en las aproximaciones que suelen desconocer una parte esencial de los fenómenos con los cuales solemos tropezar: la inevitable
imperfección del conocimiento humano y la necesidad de emprender un proceso a través del cual el conocimiento se transmite y se adquiere. Aproximaciones como la de la economía matemática, con sus ecuaciones simultáneas, parten del supuesto de que el conocimiento de las personas corresponde con los hechos objetivos de la situación. Este tipo de análisis deja de lado lo que realmente debe explicarse (Hayek, 1945, p. 530).
En ciencias sociales el ejercicio interpretativo es, por su misma naturaleza, retórico. Este es el tercer punto. La retórica en Aristóteles mezcla la evidencia y el discurso convincente construyendo entimemas1, o silogismos incompletos. “Sea, pues, la retórica la facultad de discernir en cada circunstancia lo admisiblemente creíble”2
Para McCloskey es claro que los economistas son novelistas3. En la construcción del relato la subjetividad es inevitable. Cada gobierno pone a consideración de la sociedad un relato sobre las evidencias que juzga relevantes. Planeación y Desarrollo abre la oportunidad para que esa narrativa sea conocida y discutida.
Hayek (1979) criticó con dureza la lógica del politécnico francés, que pretendía absolutizar la tecnocracia desconociendo los aspectos políticos relacionados con los esquemas valorativos de cada gobierno.
Para que el análisis de la evidencia se exprese en el terreno de la política es necesario mover el sentimiento de indignación. Por lo tanto, la presentación de las discusiones ha de realizarse de una manera pedagógica que dialogue con el sentido común. Los debates que se planteen en PyD deben ser comprensibles. La comunicación es un elemento central del debate público. Los resultados de los ejercicios técnicos se deberían presentar de una manera que impulse a la acción.
El DNP debe propiciar el diálogo a partir de una base técnica rigurosa. La solidez de los fundamentos metodológicos es compatible con una presentación comprensible y retórica.
La construcción de razón pública se tiene que elaborar en un proceso de diálogo continuo. La acción comunicativa habermasiana es un paso en la construcción de razón pública. Y en esa tarea la dimensión política es inevitable. En palabras de Jürgen Habermas:
Los ciudadanos han de ejercitar activamente sus derechos de comunicación y sus derechos de participación, y no solo en función de su propio interés bien entendido, sino orientándose al bien de todos. Esto exige la complicada y frágil puesta en juego de una motivación, que no es posible imponer por vía legal. De ahí que las virtudes políticas sean esenciales para la existencia de una democracia. Esas virtudes son un asunto de la socialización, y del acostumbrarse a las prácticas y a la forma de pensar de una cultura política traspasada por el ejercicio de la libertad política y de la ciudadanía (Habermas, 2008).
PyD tiene que ser plural. No es una revista que intenta seguir los cánones de las publicaciones indexadas. Su propósito es abrir el espacio para el análisis y la controversia.